4 OSAMENTAS
Se presume sean de mexicas
Por José María Arellano Mora*
Con su andar azaroso el anciano se
dirige al sillón favorito para ver las noticias del día, con una taza de café y
sus galletas favoritas, se sienta plácidamente; toma el control remoto y enciende
el televisor, llegué a tiempo -se dice-
.
La luz del televisor centellea en
su rostro, al oír la noticia de importancia, su expresión se transforma ahora
en sorpresa, ahora en angustia, su mirada esta fija y copiosamente, en su
frente, se llena de hilillos de sudor, el anciano no daba crédito de la
noticia…
Son como las tres de la mañana,
hace un frío soportable y entre las sombras de los arboles, se proyectan otras titubeantes
y se alcanzan a ver a dos personas arrastrando un bulto grande hacia un pasillo
en construcción. Con apuro se detienen, jadean y se miran entre sí -se
comunican con las miradas- y confirman el lugar punto acordado.
Sacan el contenido del saco, las
sombras se proyectan tenues y grotescas, gracias a la luminosidad de la Luna. Y
entre los dos colocan el gran objeto a lo largo del pasillo.
Parece ser una ofrenda o manda,
entre lo depositado van colocando vasijas de barro. Descansan, se miran entre
sí y, a la vez, se persignan. Cubren el objeto con tierra y sobreponen piedras,
pedazos de ladrillos y cascajo…
Una ráfaga de viento despide su
rápida huida…
___
…De sopetón recordó aquella
madrugada, de su amigo y de la jura de no verse jamás. Su camarada regreso a su
pueblo y hace diez años falleció. Por supuesto, no fue a su sepelio.
El reportero continuaba: …”El pasado miércoles 24 de abril, se
hallaron cuatro osamentas en Tlatelolco, entre los edificios Mariano Escobedo y
Ramón Corona en la Unidad Nonoalco Tlatelolco, la Comisión Federal de Electricidad,
al estar excavando para instalar cableado se tropezó con restos humanos,
notificaron al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) cuyo
personal realizará estudios para determinar su origen…”.
Y conforme avanza el reportero
con su nota desde el lugar del hallazgo, el anciano se va quedando gélido,
totalmente inmóvil, sus ojos permanecen dirigidos hacia el televisor, testigo
inexpresivo de la muerte de quien lo veía.
Así quedó el cuerpo inerte de
quién nadie supo y, ahora nadie más, de lo sucedido en aquella madrugada, en algún
lugar de Tlatelolco…
-Mira ese esqueleto, está casi a
la superficie y se le ven alineadas las vertebras –comentó una señora que se
asomó al lugar-.
* Diseñador gráfico.
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